La democracia es vida compartida

Los jóvenes de la utopía se vuelven ancianos reaccionarios, sembraron rosales y no le gustaron las rosas. La semilla de ciudadanía del 1968 hoy es negada con una retórica erística. La marcha del silencio de 68 es pedagogía de ciudadanía, la marcha del 5 de mayo 2019 es lección muy bien aprendida. No es coherente pensar como Carlos Marx para vivir como Carlos Slim. Saber manifestarse para ponerse de acuerdo, es la clave. Vulpejo es el signo que el filósofo de la pedagogía del dialogo le da a la incongruencia. ¡Vulpejo!, llama Platón a un escorpión deforme y repugnante, un animal que engaña y traiciona. Vulpejo alienta a otros con actitud conciliadora para lograr reunirlos, entonces los descabeza con las tijeras de su cola. La narrativa hace una metáfora en relación al divorcio entre lo que se dice y lo que se hace. ¡Que paradojas!, vulpejo sigue haciendo de las suyas, se manifiesta por vía de la insensatez. Los pueblos transitan a su destino merced a las ideas. Es el pensamiento quien ha señalado el camino en la naturaleza, la sociedad y el pensamiento.

Existen seres humanos cuyos asideros intelectuales posibilitan la ruptura de paradigmas. José Saramago, premio Nobel de literatura, lo hizo con su obra “El evangelio según Jesucristo”, Vicente Leñero con “El evangelio de Lucas Gavilán”. Ambos, permiten una realidad inventada sin apego a las divinidades, aguzan la imaginación, empero jamás con retóricas anémicas, con argumentos anoréxicos, menos con inteligencia bulímica. La razón es la única que nos permite defendernos de la imprudencia.

La democracia no es un paradigma, es una forma de vida compartida, atentar contra su esencia, “el mísero detalle” del procedimiento electoral, es negar la fuerza de la historia y el parto del presente: el porvenir. Algunos líderes sin alteridad les da por ser sujetos históricos, ponen su mirada fija para que el pasado los empuje, se presenta en ellos un semáforo que muestra “un siga”, según ellos, señalando que la justicia vendrá, que la felicidad está atrás de “la montaña mágica”, que habrá que escalarla.

Este tipo de líderes creen que son históricos y que el sentido de la vida social saldrá en un tiempo vulgar, desde las manecillas del reloj. Por ello sólo miran hacia atrás y ruegan a la fortuna los salve. La vida democrática se hace desde la comprensión del presente y aprendiendo a diseñar y construir futuros, se hace desde la deconstrucción de la utopía. La vida democrática se sustenta en el procedimiento electoral, no hay de otra. No se pude solicitar espíritu democrático cancelando las oportunidades del procedimiento. Las grandes contradicciones operan en la idea de inscribirse a como dé lugar en la historia. Tomar la calle para reclamar los cambios y las transfiguraciones sociales y votar por la continuidad de las actitudes y los comportamientos, los vicios y las mañas, los fanatismos y los fundamentalismos, es la mayor contradicción política. Como dijo Goethe: “los hombres públicos cultivamos nuestros vicios simultáneamente al lado de nuestras virtudes. Es preciso no contar virtudes hipertrofiadas como querer hacer historia reclamando “estrellitas en la frente”. Lo poco, pequeño, limitado, caduco, caído, lo que se acabó, lo inadecuado, recibe dignidad en la medida que el discurso alternativo termina en predicados conservadores y veneradores del neoliberalismo en escenas dramáticas y conmovedoras.

La democracia electoral es una actividad viril y certera, inteligente y legal, tolerante e imparcial, es de todos pero no pertenece a nadie, autónoma, ecléctica, independiente, es axiológica y objetiva. La lucha electoral que hace posible la democracia es comprometida siempre, tiene un estado de deudor, se da todos los días y todo el tiempo, se da en el devenir y con el advenir, logra su autenticidad en el pacto racional de los valores, es su ser de su “estar-en-el-mundo”.

Poco aprecio se pude tener por quienes ayer fueron libertarios, hoy dueños de vidas y suertes; de quienes ayer portaron morral contestatario y hoy toga de autócrata, quienes en pretérito calculaban la hora por la sombre del sol y hoy por su “Rolex Bao Dai”. El procedimiento electoral es un proceso de vida continua, armoniosa y sincopada, si se suspende se pierde, en él se acrisola la fuerza de la voluntad del poder ciudadano. Lo que pende depende, por ello, no puede depender de los humores en singular. La dependencia monárquica es una traición a la ciudadanía. La lección de todas las elecciones es que son algo más que la contabilidad de los votos, es el sustento de un proyecto de vida democrático. El procedimiento electoral tiene una personalidad coherente, precisamente porque es el inicio de un ciclo de vida compartida en que se acumulan las responsabilidades colectivas y la ética de la tolerancia y la inclusión, los liderazgos escuchan y señalan rumbos adecuados por la ruta de la sensatez, la coherencia, la lucidez…